“La familia es clave para desterrar la corrupción en el país”

¿Qué se puede hacer desde el Estado para desterrar el principal problema del Perú de los últimos 50 años?

La corrupción en el Perú no solo nos ha costado pérdidas millonarias —23 mil millones de soles en el 2019— sino una crisis de gobernabilidad y un alto nivel de desconfianza en las instituciones del Estado, de donde aún no salimos. Incluso, según la Encuesta Nacional de Valores y Ciudadanía 2020, el 70% de los peruanos considera que este es el principal problema de los últimos 50 años. Frente a este panorama, ¿cómo se podría acabar con la corrupción?

En opinión del docente de la Maestría en Gestión Pública y Políticas Públicas de la Universidad Católica San Pablo, José Manuel Rodríguez Canales, la familia es un factor clave a considerar para comprender el fenómeno de la corrupción y combatirlo.

“El corrupto salió de una familia, pasó por aulas escolares y universitarias, pero, la estructura moral básica tiene que ver con los referentes más importantes, y estos están en la familia” comentó, al destacar la importancia de este núcleo básico de la sociedad, para que a partir de allí se contribuya con una educación moral basada en principios y virtudes que hagan realidad los valores que se proclaman pero no se viven.

Por eso, propuso la creación de un Ministerio de la Familia u otra instancia similar del Estado que promueva las relaciones familiares sanas, incida en la educación formal e informal, e inspire en las personas la lealtad, la entrega y el servicio. “Que no solo reivindique las relaciones conflictivas, sino que atienda a las personas que tienen familias con problemas y promueva modelos familiares sanos”, enfatizó.

Si el Estado fortalece la familia, se puede sentar las bases para combatir la corrupción.

Rodríguez, dijo que “la libertad humana es un misterio” y una persona bien criada en una familia estable se puede convertir en un ser perverso o una persona que crece en condiciones desfavorables puede ser alguien maduro y productivo en su adultez; pero es usual advertir que las personas corruptas evidencian que algo falló en la formación recibida en el hogar.

“Tampoco digo que una persona que sufrió de niño está imposibilitada de desarrollarse plenamente o que no pueda ser autoridad, pero si observamos los hechos concretos de corrupción en varias autoridades, se puede advertir que hacen con el país lo que hacen con la gente que tienen más cerca, la familia, que repiten lo que probablemente les hicieron o intentan compensar traumas de algún tipo”, señaló.

Educación moral

El también profesor principal de Humanidades de la Universidad Católica San Pablo, explicó además que “la única forma de desterrar, cercar o neutralizar la corrupción que existe en el corazón de las personas es la educación”, y allí se ha dejado de lado la educación moral, que no es un simple moralismo o un discurso declarativo y vacío para quejarse de lo mal que estamos, sino que se tiene que entender como “la comprensión del mundo desde la perspectiva del bien, la belleza y la verdad”.

“En la educación formal e informal hay un vacío muy grande desde hace mucho tiempo, por la presencia del relativismo, que dice que nada es bueno ni malo, y por lo tanto da igual la corrupción. Este es un problema grave y no solo en el Perú, sino a nivel mundial. Se cree que cada uno puede hacer lo que quiera en su vida privada siempre que cumpla la ley en la vida pública. Eso no es cierto, porque tarde o temprano hará en la vida pública lo que hace en la vida privada”, detalló.

La corrupción es adictiva

Para José Manuel Rodríguez, la corrupción tiene los componentes de una adicción o enfermedad mental. “Tiene ese carácter obsesivo, compulsivo, la sensación de omnipotencia, necesidad de poder, de compensación y depresión, cuando se pierde el poder. Nadie es corrupto por vocación. Hay una serie de elementos que se van manifestando hasta que terminan pensando que son omnipotentes, que tienen derecho a todo y que no les pasará nada. Es decir, el corrupto no ve más allá de sí mismo”, expresó.

En ese sentido, sostuvo que la corrupción es el problema moral más grave del país, que no solo está socializado, sino que está enquistado y sistematizado en las diferentes estructuras de gobierno, por lo que quita la esperanza a los jóvenes y aparta a los mejores cuadros de la política.

De igual forma, lamentó que en el actual contexto electoral, ningún candidato presidencial proponga acciones concretas para desterrar la práctica de la corrupción. “Solo se habla de acciones punitivas y vengativas para sancionarla, cuando el tema va más allá y es mucho más complejo [y de largo aliento], porque como ya explicamos se trata de fortalecer a la familia y enfatizar desde allí, en una educación moral”, apuntó.

Rodríguez, reiteró que se trata —sobre todo— de una educación en esas viejas virtudes, que perdieron vigencia, pero que nunca dejaron de ser indispensables para la convivencia humana como la prudencia, templanza y la justicia. “Hoy solo se habla de vivir en valores, sin enseñar cómo hacerlo y allí nos ayudaría mucho la recuperación de estas virtudes, que ayudan a superar el relativismo”, concluyó.