Experto en planeamiento urbano ambiental, propone proyecto piloto para transformar su utilidad
Las torrenteras siempre fueron consideradas como tierra de nadie. No solo son zonas de riesgo de inundación en época de lluvias, sino que, se han convertido en focos de delincuencia y contaminación, y en otros casos, al ser límites interdistritales, no reciben la atención de ningún municipio. Pero esta realidad puede cambiar radicalmente.
El consultor en planeamiento urbano ambiental, Carlos Zeballos Velarde, sostiene que estas zonas se pueden transformar en espacios de recreación, esparcimiento y protección, en lugar de ser vistas siempre como áreas de riesgo.
“No solo hay que ver la torrentera como algo de lo que debemos defendernos para ponerle una muralla de concreto y separarla de la vida de la ciudad, sino ver cómo la integramos, para que, durante la temporada de lluvias, no haga daño y cuando no llueva, sea un espacio social y ambiental importante”, explicó el también decano de la Facultad de Ingeniería y Computación de la Universidad Católica San Pablo.
De lo que se trata, es de ‘cambiar el chip’ y considerar a las torrenteras como espacios muy útiles para la población y donde se construyan áreas verdes y parques, que pueden usarse en temporada de estiaje; es más, no debemos olvidar que estos cauces naturales, son ambientes muy ricos, pues arrastran toda la tierra fértil desde los volcanes hasta los ríos y por eso reverdecen cuando llueve.
Propuesta integral
Carlos Zeballos ha liderado un grupo de profesionales en torno al proyecto Costuras Urbanas, cuya propuesta es implementar un proyecto piloto como punto de partida, para demostrar que sí funciona y luego, fomentar su incorporación en los diferentes municipios.
Para ello, se podría crear un patronato, con la participación de los actores más importantes y vinculados a la problemática de las torrenteras. Allí se incluirían, además de las municipalidades (provinciales y distritales), a la Autoridad Nacional del Agua (ANA), Indeci y a la academia, para que elabore los proyectos que se deben ejecutar.
La idea de constituir un patronato, permitiría conseguir fondos económicos de la cooperación internacional o del Gobierno nacional.
“El objetivo es ejecutar proyectos articulados dentro de un plan [de desarrollo urbano] con la finalidad de recuperar las torrenteras de manera integral y planificada”, apuntó Zeballos.
“En Colombia, a través de proyectos municipales, se reubican a las poblaciones de los cauces de torrenteras en zonas cercanas y seguras, y esas áreas, se convierten en parques que incluyen equipamiento urbano, para beneficio de la población”.
Carlos Zeballos, docente de la Escuela de Posgrado de la Universidad Católica San Pablo.
Esta iniciativa, años atrás, llegó hasta el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) y existía la posibilidad de implementarse como proyecto piloto en Arequipa, “como una forma novedosa de promover la gestión de riesgos”, pero la crisis política que desencadenó en la sucesión presidencial de Pedro Pablo Kuczynski, Martín Vizcarra y Francisco Sagasti, paralizó todo.
“Ahora confiamos que, una vez que se supere la emergencia sanitaria por la pandemia, algunos alcaldes se animen a involucrarse en este proyecto piloto. Esto tendría un efecto multiplicador, ya que basta que se haga uno y funcione, para que los demás traten de hacer lo mismo”, agregó.
Estudio topográfico
Incluso, ya se cuenta con información topográfica —levantada con uso de un dron— sobre las torrenteras que unen a los distritos de Alto Selva Alegre, Miraflores y Mariano Melgar, con lo que se podría hacer un estudio específico para identificar las áreas inundables o no, de acuerdo a su cota topográfica. Esto permitiría planificar algunas intervenciones importantes cerca a los cauces sin riesgo para las personas.
Todo esto, facilitará el desarrollo del proyecto piloto de recuperación de la torrentera, como espacio público protegido contra inundaciones.
Reforestación
De manera complementaria, Carlos Zeballos, sostuvo que el Gobierno Regional de Arequipa, podría intervenir a través de un proyecto de protección natural y de forestación en las nacientes de las torrenteras.
Esto permitiría la plantación de queñuales u otras especies nativas, que no solo tendrían un beneficio ambiental —por la creación de bosques naturales—, sino que reduciría la ‘velocidad cinética’ del agua que discurre por las torrenteras y evitaría con ello otros daños que podrían afectar a la ciudad.