El recrudecimiento de la pandemia del COVID-19 en el Perú obligó al Gobierno nacional a disponer el confinamiento de 10 regiones, entre ellas Lima y Callao. Esta medida se podría extender a otras jurisdicciones, si es que en las siguientes dos semanas no se revierten las cifras de contagios y fallecidos que se reportan a diario.
La emergencia sanitaria vuelve a paralizar al país y la incertidumbre domina el escenario nacional. En medio de este panorama, ¿se pueden hacer planes a futuro? En opinión del director del Departamento de Humanidades de la Universidad Católica San Pablo, Tomás Salazar Steiger, en este momento resulta complicado realizar este tipo de proyecciones, “debido a la incertidumbre a escala local y global”.
En el ámbito local, muchas personas dudan de la capacidad del Gobierno para tomar decisiones adecuadas a fin de enfrentar la situación de la mejor manera. Este escenario, agrega, depende mucho del éxito que tenga la aplicación de la vacuna y del comportamiento del mismo virus, ya que no se tiene certeza de lo que pueda ocurrir hacia adelante. “Se creía que con la vacuna se superaba [la pandemia], pero esta ‘segunda ola’ provocó nuevamente una situación compleja que era inesperada”, enfatizó.
En relación a la orientación que se debería dar a los planes en el ámbito más personal, Tomás Salazar recomendó reflexionar sobre las cosas que son fundamentales en la vida de toda persona. En ese sentido dijo que es muy importante valorar la familia y estrechar las relaciones con los seres queridos y amigos.
Salazar, recordó que la pandemia propició en muchas personas una reflexión sobre sus prioridades, sobre el tiempo que dedicaban a su familia, si daban valor a las cosas esenciales o simplemente, vivían de manera más superficial. “Este tipo de crisis te puede llevar a cuestionar la orientación general que le das a la vida y de eso se puede extraer algo positivo”, añadió.
En el aspecto social, el doctor en Filosofía y docente de la Maestría en Humanidades de la Universidad Católica San Pablo, señaló que la pandemia generó mucha incertidumbre en la población por la forma en cómo se tomaron las decisiones a nivel de Gobierno, y eso contribuyó a reducir el nivel de confianza en sus instituciones.
“La ciudadanía, ya no se siente del todo cuidada ni protegida por sus autoridades. Al contrario, piensa que muchas de ellas no están capacitadas para gobernar y tomar decisiones”, apuntó.
Esto provocó además “una crisis de credibilidad en las fuentes de información”, sobre lo que ocurre con el virus y las medidas correctivas que se deben adoptar, al extremo de que un sector de la población “no se sabe a ciencia cierta a quién debe recurrir para obtener una respuesta y enfrentar este problema”.
Tomás Salazar también rechazó la falsa oposición entre economía y salud, al sostener que el nuevo confinamiento —dispuesto por el Gobierno— “no necesariamente ayudará a curar la pandemia” y, por el contrario, podría generar una mayor profundización de la crisis económica del país.
“No se puede vivir sin producir económicamente. El tiempo que se puede soportar en esas condiciones es muy limitado. El confinamiento solo se entiende dentro de un tiempo prudencial para medidas rápidas de contención, como equipar los hospitales de mejor manera. Pero un confinamiento prolongado es inviable”, afirmó.
De igual forma, aclaró que toda cuarentena tiene una complicación adicional, pues es una “situación provocada de forma artificial”, ya que los seres humanos no estamos hechos para vivir confinados. “Lo normal es querer trabajar, trasladarse, socializar o visitar a la familia y a los amigos. El confinamiento es una medida extrema y tiene un plazo limitado. No puede durar mucho tiempo. Eso se debe considerar al optar por este tipo de soluciones [para enfrentar a la pandemia]”, detalló.
Además, explicó que no se puede tener el mismo criterio para analizar la conducta de todas las personas que salen a la calle, pues así como puede haber algunos irresponsables que no cumplen las medidas de bioseguridad por razones injustificadas, otros tienen que salir a trabajar, porque si no lo hacen, no conseguirán el dinero para alimentar a sus familias.